¿Es
malo tener mala suerte?
El artículo nos presenta a dos amigos,
Bell y Haig, tomando unas cervezas n un bar. Cuando llega la hora de
cerrar, los dos se dirigen hacia sus coches con unas copas de más.
Bell llega a casa sin ningún problema
y al día siguiente se levanta como cualquier día normal, aunque con
una ligera resaca debido a la noche anterior. Sin embargo Haig no
tiene la misma suerte ya que este mientras se dirige a su casa se
encuentra con un joven en medio de la calle al que atropella
causándole la muerte en el acto. A Haig le caerán varios años de
cárcel, mientras que a Bell solo le costará una multa y la retirada
de varios puntos de su carnet de conducir, aunque Bell ha cometido el
mismo error que Haig, conducir borracho, sin embargo Haig no ha
tenido la misma suerte que Bell al encontrarse con ese joven en medio
de la calle y atropellarlo. En este caso, se podría decir que Haig
ha tenido mala suerte aunque sobre la suerte no se puede actuar y no
la podemos controlar.
La diferencia entre el caso de Bell y
el caso de Haig es notable, debido a las consecuencias que se han
producido, ya que Bell no ha matado a nadie a diferencia de Haig que
ha acabado con la vida de una persona.
Aunque deberíamos juzgar a los dos de
igual modo, ya que Bell también iba conduciendo borracho y también
podría haber atropellado a alguien, pero Haig solo tuvo la mala
suerte de encontrarse con esa persona en medio de la calle, ya que el
no quería matar a nadie. De este modo se podría decir que los dos
son igual de culpables por conducir borrachos.
La suerte no entiende de
comportamientos buenos o malos, en este caso debería existir la
suerte moral, ya que la mala suerte puede convertirnos en malvados y
el ser malvado puede atraer la mala suerte.
La suerte que existe es la suerte
resultante, donde el azar resultante de una acción puede afectar a
nuestra evaluación del mismo, es decir, en este caso, juzgamos de
distinta manera a Haig y a Bell porque la consecuencia de que Haig
fuera conduciendo borracho es la muerte de una persona.
Aunque si juzgamos desde las
intenciones de cada uno es distinto, ya que los dos tiene la misma
intención, no matar a nadie, y por lo tanto ser juzgados del mismo
modo, aunque el control de las intenciones depende del tipo de
personas que seamos, pero existen muchos factores que nos configuran
como personas y sobre las que no tenemos control, como el carácter;
muchas personas no pueden controlar su carácter ni cambiar su forma
de ser, ya que decimos que somos así por “naturaleza”.
Por otro lado también podemos hablar
de la suerte circunstancial, en la que hasta que punto una evaluación
moral puede depender de las circunstancias.
Si hablamos de la suerte moral se nos
plantean los mismos problemas anteriores. Si Haig, por su propia
voluntad libremente no quiso matar a nadie, no existe la libertad de
esa persona para matar y por lo tanto no se le puede responsabilizar
de la muerte.
Para algunos filósofos, la suerte
moral no existe e intentan buscar otra solución, pero para otros
filósofos si existe la suerte moral y a partir de ahí siguen
evaluando.
En conclusión, podemos decir que la
buena suerte atrae y favorece el bien y hace que nos comportemos bien
y la mala suerte atrae el mal y la maldad y hace que nos comportemos
mal.